El pasado día 7 de febrero tuvo lugar la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Ecuador para dirimir al sucesor del actual presidente, Lenín Moreno, que lleva en el poder desde el año 2017, cuando sustituyó al carismático, polémico y longevo Rafael Correa.
Esta vuelta ha dejado como principal ganador y candidato consolidado para la segunda vuelta al economista Andrés Arauz, perteneciente a la corriente de izquierda bolivariana o socialista democrática. El candidato es antiguo ministro de Rafael Correa, quien intentó integrarse en la candidatura como vicepresidente, siendo, no obstante, inhabilitado por la justicia ecuatoriana debido a una serie de acusaciones por corrupción. Este, con casi el 33% de votos logrados sobre el total, se va a enfrentar con el candidato que más votos logre en segundo lugar, estando ahora mismo la pelea entre el candidato indigenista Yaku Pérez y el conservador de derecha Guillermo Lasso, quien superó por pocos votos al primero, pero cuya victoria aún no está asegurada tras las acusaciones de fraude y la posibilidad de que haya que recontar votos en bastantes urnas a lo largo del país.
Dado que los lectores estarán un poco confundidos sobre qué es esto de las vueltas electorales, hay que aclarar que el país sudamericano se configura como un sistema de carácter presidencialista. En este método de elección del presidente de un país, se presentan todos los candidatos que así lo deseen y sean aceptados por el organismo electoral encargado a una primera vuelta electoral de donde salen los dos candidatos más votados, que se presentan a una segunda vuelta electoral, resultando elegido uno de los dos como presidente. Esto tiene como excepción si alguno de los candidatos en primera vuelta obtiene una amplia ventaja sobre el segundo o un gran porcentaje de votos totales, entre el 40 y 50 por ciento dependiendo de cada país que lo tiene implementado. Como dato, nuestra vecina Francia usa este sistema de elección de presidente.
Volviendo al tema que nos ocupa, la cosa es que, si el candidato de izquierda correista Arauz se hace con la victoria en abril, estaremos ante un exponente más de la nueva e imparable ola progresista de gobiernos de izquierda que están accediendo al poder en América Latina. Este es un proceso que podemos emplazar su inicio en Méjico con la victoria de López Obrador y su partido, MORENA, y no tiene pinta de que se vaya a frenar a corto plazo, sino todo lo contrario, que la ola va a acabar alcanzando tarde o temprano a una gran parte de los países de la región.
Tras el caso mejicano, le llegó el turno a Argentina, donde el binomio Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner desbancó al presidente Mauricio Macri, que precisamente venía de derrotar a la segunda en las presidenciales de 2015 con una campaña centrada en renovar el país, defraudando, no obstante, las expectativas de los argentinos. A la victoria de la izquierda argentina casi le sucede la de su vecina Uruguay, con una más que probable revalidación en el gobierno del Frente Amplio de izquierda de Daniel Martínez, pero no pudo con el candidato de derecha del Partido Nacional Lacalle Pou, que ganó en segunda vuelta por estrecho margen de votos.
Así mismo, el año 2020 ha venido consolidando esta tendencia, por ejemplo con la victoria en Bolivia del partido del ex presidente Evo Morales, el Movimiento al Socialismo, tras una campaña marcada por la polarización política y la imposibilidad de éste de participar en los comicios, la reforma constitucional de Chile o la hegemónica presencia de Nicolás Maduro en Venezuela. Si a esto se le une la fragmentación y falta de liderazgo de los partidos de centro y derecha en estos países, la tendencia se acentuará y persistirá el voto de castigo por la pésima gestión de la pandemia y el agravamiento de las tensiones política y social (Malamud y Núñez, 2020).
Por último, tal y como la Agencia EFE (2020) afirma, el calendario electoral en la región sigue su curso y se prepara para nuevas citas determinadas por la crisis social, sanitaria, económica y política, teniendo como escenarios a Chile, Perú, Honduras, Nicaragua y la ya mencionada Ecuador. El descontento de la sociedad latinoamericana ante la necesidad de salir cuanto antes de la caída y recesión económica puede generar nuevos liderazgos en torno a estos candidatos de izquierda, que vienen prometiendo acabar con la austeridad, desigualdad y pobreza endémicas en la región, presentándose como una alternativa creíble de gobierno frente al cuestionamiento de la idoneidad y competitividad de los partidos en el gobierno de esos países.
Como conclusión, es necesario remarcar el hecho de que las izquierdas latinoamericanas van a acceder a unos gobiernos cuyo principal reto va a ser capear la crisis sanitaria, reactivar la economía y cerrar las brechas de desigualdad social. En el caso de que no lo consigan, lo más probable es que los electores apliquen voto de castigo y les den la espalda, tal y como sucedió con la primera ola de izquierda de los 2000, dándose una vuelta de los gobiernos de derecha. Sea como fuere, desde esta sección estaremos muy atentos y tratando de abrirles a los lectores una ventana a Iberoamérica, siempre… Desde la trinchera.
Referencias bibliográficas:
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