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Foto del escritorDavid Blanes

El nuevo desorden mundial

“El nuevo orden mundial” fue el concepto más repetido por George H. W. Bush en su discurso de 1991 tras la caída de la Unión Soviética. Vislumbraba un nuevo mundo basado en los valores de la democracia, el libre mercado y el imperio de la ley, entendiendo a la O.N.U. como un medio para garantizar la paz y a los propios Estados Unidos como actor principal del Sistema Internacional. Dio comienzo así la era unipolar. Sin embargo, la paz no llegó, las directrices de la O.N.U. no siempre se acataban y la democracia se reservó para no todo el mundo.



Justo después del anuncio de un nuevo orden, el año 1992, tuvo lugar dentro de las fronteras de Europa, otra vez, una de las más graves catástrofes humanitarias de la Historia: la guerra de Bosnia. Más de tres años después del inicio del conflicto los muertos ascendían a 200.000, los desaparecidos a más de 20.000, mientras que 2.300.000 refugiados fueron obligados a ser desplazados. La población inicial era de unos 4.400.000 habitantes. Se ponía de manifiesto una sociedad internacional que llevaba a cabo intervenciones reactivas, no preventivas, además de la incapacidad de la comunidad internacional para establecer una solución a una cuestión de tal envergadura. Esto último se entiende mejor con la paz. La paz que vino de la mano de Dayton. Regularía el ordenamiento político, económico y social del nuevo Estado: Bosnia y Herzegovina. El resultado, un país incapaz de hacer valer su autoridad y una inestabilidad en el territorio (llevada incluso a la vida cotidiana) causada por la tripartición de la política. Nació lo que muchos catalogan como un Estado fallido. El nuevo orden mundial no comenzaba con buen pie.


Kosovo sucedió a Bosnia. La comunidad internacional no podía llegar tarde de nuevo y la O.T.A.N. decidió intervenir en Serbia dando lugar a 78 días de bombardeo ininterrumpido nada menos que a las mismísimas puertas de la Unión Europea. La muerte, los refugiados y la violación de los derechos humanos ocupaban las mentes de los que por entonces ya olvidaban la promesa de un nuevo orden mundial.


Pero llegó 2001, y consigo el atentado del 11 de septiembre. “El nuevo orden mundial” volvía aparecer en el discurso de la presidencia de los Estados Unidos buscando las aspiraciones universales de la humanidad: “paz y seguridad, libertad y el orden de la ley.” Era el momento idóneo, George Bush tenía la oportunidad perfecta de retomar lo que buscaba su padre, de buscar la paz en la guerra, el orden en el desorden. Se declaró la guerra, no a un Estado, sino al terror. ¿Podría el mundo conocer un orden donde reinara la paz? ¿El orden de la ley que tanto se ansiaba? Desafortunadamente, nada más lejos de la realidad.



En el año 2003 Estados Unidos declaraba la guerra a Iraq y, con ello, lo que el autor búlgaro Tzvetan Todorov denominó como “el nuevo desorden mundial.” El casus belli era la posesión de armas de destrucción masiva por parte del país islámico, esto es, arsenal nuclear, biológico o químico. Se demostró que Iraq no poseía armas de la primera clase, pues quedaron destruidas tras el bombardeo de Israel a las instalaciones nucleares iraquíes. Además, no pudo haberse hecho con más debido a la continua e insistente vigilancia de Occidente. Si bien tenían armas biológicas, estas, que pierden eficacia con el tiempo, habían sido construidas años atrás, luego su uso no estaba disponible. En último lugar, las armas químicas habían sido también destruidas durante la Guerra del Golfo de 1991. Si Iraq realmente tenía armas de destrucción masiva, no las empleó.


En conclusión, la Doctrina Bush, confundiendo la legítima defensa con terceros intereses, se basó en la guerra preventiva, y fue desconocedora de las bases de la Carta de las Naciones Unidas que tanto aparecía en el discurso de su padre, allá por 1991. Sin paz, sin seguridad y sin la confianza en las Naciones Unidas comenzó el nuevo desorden mundial.


Una década más tarde empezó a proyectarse sobre Occidente una sombra desde el otro lado del Pacífico: la China de Xi Jinping, que estaba dispuesta a recuperar la gloria que le brindó la era de los Reinos Combatientes. Mientras el bloque Occidental quedaba desprestigiado por su manifiesta incapacidad de responder ante algunas cuestiones de gran relevancia, el gigante asiático cambiaba su rumbo y emprendía un nuevo camino.



China centró su atención en el desarrollo de dos grandes proyectos. El primero se trata del plan Made in China 2025, que busca la modernización industrial del país a través del liderazgo en diez sectores tecnológicos que permitan el desarrollo económico de la nación, tales como la aviación, la robótica, dispositivos médicos o tecnologías de la información. Estas políticas buscan convertir a China en una superpotencia manufacturera. El segundo proyecto consiste en la Iniciativa de la Franja y de la Ruta (una nueva Ruta de la Seda). China apunta a un aumento de cooperación con las regiones y Estados que formen parte del plan en aras de un gran desarrollo económico, además de asegurar el estatus internacional de los participantes. Ante esta situación, Europa comenzó buscando la cooperación entre los bloques, si bien el año 2019, siendo ya el país asiático un actor hegemónico, el Consejo Europeo definía a China por vez primera como “un socio de cooperación, un competidor económico y un rival sistémico.”


Mientras algunos autores afirman cómo China está consolidando un bloque gracias a la Iniciativa de la Franja y de la Ruta, otros ven en Occidente una fisura que cruza el Atlántico. Hoy, desde el nacimiento de la Unión Europea, es la primera vez que la Comisión irrumpe con fuerza en el ámbito de la defensa y de la seguridad. El Plan de Acción Europeo de la Defensa supone un instrumento financiero que busca potenciar la capacidad militar de la organización internacional y poder equipararse a otras potencias militares como China, Rusia o Estados Unidos, que ya ha hecho ver su disconformidad con algunas políticas. Dentro de la Unión, algunos Estados velan por el emprendimiento en esta materia, como bien es el caso de Francia, mientras que otros han decidido no involucrarse completamente, tal y como Alemania, ya que lo consideran una incoherencia al no respetar los valores de los fundadores de la Unión Europea.


En definitiva, Occidente, fracturado en algunos ámbitos, se ha mantenido ocupado estableciendo un nuevo orden mundial que no ha querido o no ha sido capaz de instaurar. Las guerras de Bosnia y de Kosovo o la intervención en Iraq han permitido que China haya planeado y comenzado su ascenso de nuevo. Puede que, al fin y al cabo, el nuevo desorden mundial desemboque en un nuevo orden. Pero no un orden de paz y seguridad, sino un orden, una estabilidad parecida a la que trajo consigo la Guerra Fría. El Sistema Internacional está dando paso a un nuevo orden mundial, y Estados Unidos no es ya el actor principal del juego.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:








El nuevo desorden mundial (2003), Tzvetan Todorov


Estrategias de poder (2020), Fidel Sendagorta


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