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Foto del escritorAlfonso Robles

¿Tierra Santa o tierra sangrienta? Los orígenes del conflicto árabe-israelí



Podría decirse que el origen del conflicto árabe-israelí se produjo por una serie de eventos que traspasaron las diferentes edades en las que se divide la historia, creando un efecto mariposa de cientos e incluso miles de años. Estos eventos podrían retrotraerse a los diferentes hechos históricos que provocaron la desaparición de los reinos de Judá y de Israel, sin embargo, para comprender mejor el proceso que se comprendió para el conflicto actual, es necesario entender un concepto acuñado más tardíamente: el antisemitismo.


En sus dos acepciones, la Real Academia Española define antisemitismo como “persona que comete un delito incitando a la discriminación, odio o violencia contra el pueblo judío” u “ofensor del pueblo judío”, respectivamente. Un fenómeno que se conoció en España durante los tiempos de la Reconquista, debido a que los discriminados eran maestros mercantiles y artesanos con los que amasaban fortuna, provocaban recelo de los cristianos y, además, tenían en su poder deudas de estos últimos. Esto finalmente desembocó en la expulsión de esta comunidad en 1492, por orden de los Reyes Católicos.


El antisemitismo se ha mantenido presente en las diferentes épocas por las que ha atravesado Europa, aunque evolucionando. De hecho, el moderno se inició en el siglo XIX, y adquirió importancia a finales de dicho siglo debido al gran cambio, tanto económico como social, provocado por la Revolución Industrial. Esto contribuyó a las constantes revueltas y masacre contra los judíos, como los pogromos en el Imperio Ruso, ya que allí se les consideraba como el “gran mal” que ejercía una “fuerza internacional oscura” que provocaba el desorden y desconcierto. Es así como se produjo en la comunidad judía una sensación de no pertenecer a ningún país y surgió un movimiento reaccionario para dar una respuesta a este sentimiento: el sionismo.


El sionismo fue un movimiento nacionalista surgido en la década de 1880 en Europa Central y del Este, creado por aquellos judíos exhaustos de tantas persecuciones y matanzas impunes sobre los suyos. Uno de los primeros teóricos del sionismo fue Leo Pinsker, que en su obra “Autoemancipación” (1882) explica que los judíos son despreciados por todas las naciones, que los ven como extranjeros; en las que la igualdad civil y política con el resto de ciudadanos no es suficiente o eficaz; por lo que sería necesaria la creación de una nacionalidad judía con su propia tierra para poder vivir en paz y con dignidad.



No obstante, el más influyente de todos fue Theodor Herzl, con su obra “El Estado Judío” (1896). Herzl presentaba que el problema judío no era de carácter individual, sino que tenía tintes nacionales. Además, insistía en que era menester un Estado al que los judíos pudieran llamar patria y sentirse amparados en el ámbito internacional bajo ella. El lugar donde instalar este hogar sería Argentina o Palestina, ganando esta última en la batalla dialéctica presentada por Herzl. De esta forma, durante las dos últimas décadas del siglo XIX comenzó a producirse un “regreso” a Tierra Santa por parte de los judíos, también conocido como aliyá, en un marco de nacionalismo, del que no se sentían parte los ultraortodoxos- Esto es debido a que el regreso a Eretz Yisrael sólo debería darse cuando se produjese la venida del Mesías, de ahí que muchas comunidades judías se sientan profundamente antisionistas.


El problema era que la percepción que esos judíos tenían sobre la Palestina anterior a la Primera Guerra Mundial era muy diferente de la visión otomana, ya que la Filastín, como era conocida por los habitantes locales, judaica se encontraba dividida entre otras regiones mayores, como Beirut o Damasco, es decir era algo artificial, no plasmable dentro del Imperio Otomano. Justo antes de las aliyás, la población de árabes se correspondía en torno a algo menos de medio millón de personas, mientras que la judía sólo era equivalente a 25.000, una diferencia abismal. Una vez comenzadas la primera y segunda aliyá, en torno a finales de XIX y principios del XX, sabiéndose bajo el mandato de los otomanos, los nuevos colonos judíos comenzaron a agruparse entre ellos mismos y compraron tierras en la “Tierra Prometida”. Sin embargo, estas, en ocasiones, por razones históricas o hereditarias pertenecían a beduinos que tuvieron que marcharse, por lo que comenzaron a producirse los primeros roces entre ambas partes.


Además de estos sucesos, se produjo también dentro del fuero interno de los árabes un fuerte sentimiento nacionalista, que acabaría por estallar en la Primera Guerra Mundial. De la misma manera ocurrió con los que vivían en Palestina, donde la religión tenía un papel importante. Existía entre ellos un apego sentimental con respecto a la tierra en la que vivían, que habían heredado durante generaciones y sentían como deber el defenderlas de cualquier amenaza para ellas, entre estas la judía y su “excesiva” apropiación de tierras mediante su compra. Así, palpando esta tensión y también entendiendo que la convivencia intercultural para algunos no era una opción, la contraparte judía comenzó a organizarse en grupos de defensa armados, como la Haganá, cuyo objetivo era defender “la vida, el honor y la propiedad judía”.


De esta manera, fueron produciéndose diferentes sucesos que provocaron una escalada de tensión, entre ellos el mayor fue una disputa sobre la tierra que acabó con un judío y un árabe muertos a finales de 1913. Estas riñas se vieron aplazadas por la llegada de la Primera Guerra Mundial, y tras la finalización de esta, comenzaría el dominio británico tras el acuerdo de Sykes-Picot, ocurriendo bajo su mandato la polémica y conocida Declaración de Balfour, que terminaría por catapultar lo que eran roces y refriegas en un conflicto sin solución, hasta el día de hoy.


Familias destruidas, identidades dañadas bajo la bandera de una ideología o religión ante la incapacidad de mostrar tolerancia, convivencia y coexistencia desde sus inicios. Una contienda cruel y encarnizada por el control de una tierra supuestamente “santa”. Una tierra cubierta por las barbaridades de ambos bandos, en el que la humanidad parece no existir. Una lucha por cada rincón de la proclamada como “Tierra de Dios”, cuando realmente parece, o debiera, no existir dios alguno que avalase todos y cada uno los crímenes cometidos en su santo nombre.



REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
















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